El Jardín Botánico de Valencia
El Jardín Botánico de la Universidad de Valencia se fundó en el año 1567. A lo largo de 200 años fue un huerto de plantas medicinales (huerto de simples), vinculado a los estudios de Medicina. Hasta el s. XIX ocupó diversos emplazamientos en la ciudad de Valencia. Fue en el año 1802 cuando la ciudad ofrece un huerto que permitía ser regado a la manera tradicional, «a manta», directamente por la acequia de Rovella, llamado de Tramoyeres, situado fuera de los muros de la ciudad, en la calle Quart, frente al convento de Mínimos de San Sebastián y cerca del Turia, que dio origen al actual Jardín Botánico.
A inicios de 1802 el rector Vicente Blasco le encargó a Francisco Gil el diseño del Jardín Botánico en el Huerto de Tramoyeres. Antonio José Cavanilles asesoró al rector y participó activamente en el proyecto. Durante dos años se trasladaron plantas de la Alameda y del jardín del arzobispado de Puzol, se habilitaron instalaciones y se adquirieron libros y materiales para las clases.
En 1805 fue nombrado director del nuevo jardín botánico Vicente Alfonso Lorente, que creó la Escuela Botánica ordenada según el método sexual de Linné. Inauguró el Jardín en 1806 y, seguidamente, empezaron las clases. Pero el desarrollo del Jardín Botánico se vio forzado a frenarse con la entrada de las tropas napoleónicas en la ciudad el año 1811. Lorente fue encarcelado y condenado a muerte, de la cual se salvó gracias a la intervención de León Dufour, un médico y naturalista que acompañaba a las tropas. Cuando se retiraron, José Paulí se hizo cargo de la dirección, pero hasta que José Pizcueta Donday fue director no se inició verdaderamente un proceso de recuperación. El Jardín alcanzó el máximo esplendor de su historia: se incrementó la colección de plantas, se construyeron instalaciones para su cultivo, y la Escuela Botánica se modernizó. Posteriormente se amplió el Jardín para el desarrollo de la agricultura y se construyó el invernáculo de la balsa. A finales de siglo las clases de botánica se dejaron de dar en el Botánico para hacerlo en el edificio de La Nau, la antigua sede de la Universidad de Valencia.
El Jardín padece los acontecimientos históricos de la primera mitad del s. XX: las guerras coloniales, la Guerra Civil, la posguerra y la riada del 1957. Todo se perdió con la inundación provocada por la riada. Los dos años siguientes se trabajó para recuperar el Jardín retirando el barro y limpiándolo. En 1962 tomó el relevo de la dirección Ignacio Docavo. Las primeras acciones se centraron en la recuperación de los edificios para volver a habilitar la biblioteca, el herbario y el semillero. En el exterior sólo quedaban plantados grandes árboles, y el umbráculo y los invernaderos se encontraban muy deteriorados. El jardinero y paisajista catalán Juan Pañella fue el encargado de remodelarlos con el fin de instalar un jardín de sombra y uno tropical. Más tarde, Pañella también se hizo cargo de la creación de un jardín de plantas suculentas.
En 1985, el Jardín Botánico pasa a depender del rectorado. Dos años después se nombra director del Jardín al catedrático de la Facultad de Farmacia Manuel Costa y le encarga la elaboración del proyecto de su restauración integral. La restauración se llevó a cabo en dos fases, la primera (1989-1991) tenía como objeto la recuperación del espacio ajardinado, incluía la restauración de los edificios y la ampliación de las colecciones de plantas. Se instalaron nuevas colecciones en los invernaderos (orquídeas, bromeliáceas, plantas suculentas, tropicales, carnívoras) y se abrieron al público. También se volvió a plantar la Escuela Botánica, de acuerdo con los conceptos modernos de sistemática. El 12 de junio de 1991, las puertas del Botánico se abrieron al público. El Jardín emprendió una nueva etapa de divulgación científica, actividades educativas, investigación en biología de la conservación y actividades culturales.
La segunda fase de la restauración comprendía la construcción del edificio de investigación, que fue inaugurado el 18 de mayo del 2000. Es nombrado director del Botánico Antoni Aguilella, comienza una nueva etapa donde la ciencia, la cultura y la naturaleza son los tres pilares del nuevo jardín del siglo XXI.
Antiguo edificio de Dirección |
El invernadero tropical es el invernadero más importante del Jardín Botánico, tanto por su valor histórico como arquitectónico. Fue alzado a mediados del s. XIX por el arquitecto valenciano Sebastián Monleón, responsable de valiosos proyectos como la facultad de Medicina o el claustro de La Nau. Situada en el centro del Jardín y orientada al sur, se trata de la primera edificación española que cuenta con el hierro y el vidrio como principales materiales. En este sentido es también uno de los edificios más importantes de Europa durante la segunda mitad del s. XIX. La estufa tiene 24 m de longitud y 465 m2 de vidriera. La parte inferior se apoya en una vertiente de piedra, mientras que la parte superior lo hace sobre un muro grueso de mampostería, que más tarde se aprovechó para adosar el antiguo edifico de dirección. Entre 1989 y 1991 se restauró respetando el diseño original. Además, se mejoraron las condiciones para el cultivo de las plantas tropicales y de ambientes húmedos con la instalación de sistemas de humectación, calefacción y riego.
El arquitecto madrileño Arturo Mélida y Alinari fue el encargado del proyecto del umbráculo. La instalación ocupaba 560 m2, con una cubierta semicilíndrica de metal apoyada en gruesas pilastras de ladrillo cara vista. Tenía 12 m de altitud en el centro y los arcos de luz de 24 m no tenían ningún apoyo. Para hacer sombra, sobre la estructura se disponía de un sistema de velas de regulación manual. En 1987 el umbráculo se encontraba muy deteriorado. Las pilastras de ladrillo estaban agrietadas, se instalaron árboles y arbustos, y la cubierta de ramas de brezo, que sustituyó las velas, se echó a perder en un incendio. En la restauración se respetó el diseño original, si bien se introdujeron algunos cambios, entre otros: no se utilizaron materiales vegetales y los adornos se hicieron con hierro colado, en lugar de zinc repujado. También se recuperó la balsa central utilizada para el riego y eliminada en la reforma de 1966.
La Caseta del Romero, el invernadero de la balsa y los invernaderos menores fueron construidos a finales del s. XIX y se restauraron un siglo más tarde. Respecto a la primera, en el pasado era la estufa de los helechos, pero posteriormente se habilitó para el cultivo de las plantas crasas con la instalación de sistemas de calefacción y de humectación. Se accede a través de una casita donde antiguamente se encontraba la caldera de calefacción. Detrás de ella se ubica el invernadero de la balsa. Ocupa una superficie de 150 m2, se eleva hasta 6 m y está dedicado a las plantas tropicales, por lo que durante la restauración se instalaron sistemas de riego, sombreado y calefacción.
Cuando José Arévalo Baca era director del Jardín se construyeron los cuatro invernaderos de hierro y de vidrio que se encuentran delante del tropical. Todos responden a un diseño similar al grande, y tienen 3,5 m de altura y 40 m2 de superficie. Antiguamente se utilizaban para producir plantas que después se trasladaban a las diferentes colecciones del Jardín. Con la restauración se habilitaron como espacios de exposición abiertos al público, de modo que hoy en día están dedicados a los helechos, las orquídeas, las bromeliáceas y las plantas carnívoras. En cuanto a la estufa fría, fue otra construcción recuperada. Después de utilizarse como acuario, en la actualidad es una sala multiusos.
Por último, el muro que rodea el Jardín es la tapia que cercaba el huerto de Tramoyeres. Fue rehabilitado y adaptado para su nuevo uso con una pilastra que por su parte interior sirve de apoyo para las plantas enredaderas.
Los arquitectos Carlos Bento y Luis Gay se hicieron cargo de diseñar, en 1987, el edificio de investigación. Una construcción necesaria para dar respuesta a las necesidades de investigación, divulgación y educación, a la vez que potenciar la proyección social y cultural del Jardín Botánico. El edificio da a la calle Quart, en el extremo sur del Jardín, y ocupa unos 1.200 m2. Preside la entrada al Jardín un almez de más 70 de años que se alza en el patio circular de la planta central. En las plantas superiores se encuentran las estancias dedicadas a la investigación y el estudio: los laboratorios, el herbario, la biblioteca, el banco de germoplasma; así como el departamento de administración y el gabinete de cultura y comunicación. Tanto las fachadas exteriores como las del patio central son de piedra calcárea de Ulldecona, de hormigón visto y panel de aluminio lacado, elementos constructivos que acoplan la puerta del Jardín en el entorno urbano clásico que lo circunscribe.
Fuentes:
Fotografías originales del autor
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