La plaza de Rodrigo Botet, Valencia


La “Plaza de Rodrigo Botet” fue históricamente conocida como “Plaza de San Jorge” ya que en la misma estaba la puerta principal de la iglesia y colegio que fundaron los caballeros de la Orden de San Jorge de Alfama y Nuestra Señora de Montesa en el año 1324. En ella celebraban sus actos religiosos los caballeros del Centenar de la Ploma venerando a la conocida como Virgen de las Batallas. Estos caballeros eran los encargados de custodiar la bandera del Reino en las escaramuzas militares. Esta iglesia tenía un pasadizo que la comunicaba con el cercano Palacio de los Vilaragut, edificio que fue posteriormente sede de un banco, del Ateneo mercantil, del Frente de Juventudes y de la Academia Castellano. Finalmente sería demolido y en su solar se construiría el actual Hotel Astoria. En esta plaza se celebraron en el S.XV las bodas reales de Alfonso el Magnánimo con María de Castilla.

Las Tres Ninfas...
... y los "patos"

Popularmente también se le llama de “los patos” por la fuente que se levanta desde 1909 en el centro de la misma y que anteriormente estuvo en la Calle del Pintor Sorolla, aunque su nombre oficial sea el de fuente de “las tres ninfas”. De hierro colado, la fuente data de 1853 y su primera ubicación fue la plaza de las Barcas, donde ahora comienza la calle de Pintor Sorolla. Las representantes de la Gracia, la Belleza y la Fertilidad recibieron pronto el bautizo popular por el motivo ornamental en la taza donde se remansa el agua. Fue restaurada porque una de las ninfas perdió su cabeza, que durante mucho tiempo quedó encajada en el hueco central.

Es plaza muy grata, decimonónica, encanto que aprecian los huéspedes del hotel Astoria, emplazamiento histórico porque en sus orígenes fue el palacio de los Vilaragut, familia noble de linaje próximo a los monarcas valencianos desde Jaime I el Conquistador. El palacio sufrió el deterioro propio y los jóvenes de la década de 1930 y especialmente de la posguerra, lo recuerdan como centro docente: sede de la Academia Castellano, en donde los chicos estudiaban el bachillerato del temible examen de estado para ingresar en la Universidad; y las chicas, cultura general, mecanografía y taquigrafía para ser secretaria de algún empresario o industrial. En el solar de la Academia se alzaría el hotel de cuatro estrellas, colocándose la primera piedra en 1955. Posee una de las más hermosas terraza para contemplar campanarios y torres de la ciudad, desde el imponente Miguelete, cimborrio catedralicio y Santa Catalina, al rococó del palacio Marqués de Dos Aguas. 

Hotel Astoria

Llaman la atención los remates de fincas del XIX y comienzos del XX, destacando la estilizada cúpula que corona la hermosa fachada modernista del edificio Aznar. En la memoria mercantil, queda la perfumería Viuda de Ferrero el Eclipse por tener la representación de dicho producto, hoy moderna peluquería; próxima a la popularísima armería Gabilondo, tan conocida por los cazadores como por los socios de clubs de tiro. Y en la acera opuesta, la exquisita tienda Versalles, que abrió sus puertas en 1940, ofreciendo antigüedades y joyas. Más tarde se dedica a la alta bisutería y complementos para fiesta.


En la esquina a la calle de Barcelonina, un comercio de lencería trae al recuerdo una de las primeras tiendas de moda ciudadana: Madame Germaine. El tiempo la borró, como borró el edificio de Ernesto Ferrer. Y se cerró La Bruja, una sala de baile elegante que pertenecía al Astoria como un anexo; delicia entonces para los novios, hijos de papá, que podían abrazarse allá hacía mil novecientos sesenta, al son de románticos y lentos boleros. 

El personaje que la rotula, José Rodrigo Botet, nació en Manises y estudió ingeniería en Argentina en el año 1870 diseñando varias ciudades. Josep Rodrigo participó plenamente del crecimiento desenfrenado de finales del siglo XIX, no sólo en La Plata, sino también en Buenos Aires, y por toda la Pampa, donde diseñó y habilitó importantes canales como el de Campana o desagües fluviales como el del río Bermejo. Erigido en promotor e ingeniero de grandes obras y en uno de los hombres más influyentes del país, viajó por Estados Unidos y Brasil, donde acabó instalándose, en Sao Paulo, con su familia.

Como fruto de su labor constructora y de su amistad con Enric de Carles, comenzó a interesarse por los restos paleontológicos que salían a la luz en las obras. De Carles trabajaba como profesor de ciencias y dedicaba su tiempo libre a recoger fósiles por la cuenca del Río de la Plata, llegando a agrupar una importantísima colección que estaba a punto de vender al Museo Zoológico de Copenhague. Pero entonces intervino Josep Rodrigo: él le compraría los fósiles, costaran lo que costaran, y los llevaría a su Valencia de origen. Reunió una importante colección de fósiles que donaría a Valencia en 1889 para que fuesen el fondo del Museo Paleontológico, ubicado durante muchos años en el Almudín. Hoy la colección está en el Museo de Ciencias Naturales de Valencia, en los jardines del Real. Es posiblemente la mejor colección europea de fósiles del pleistoceno sudamericano, se compone de veinte esqueletos y supera los cinco mil huesos, que pertenecen a más de veinte familias diferentes de mamíferos terrestres. Aunque murió en 1915 en la miseria el Ayuntamiento reconoció justamente sus méritos y le dedicó esta plaza y un artístico mausoleo. 

Fuentes:
Fotografías originales del autor

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