La antigua fábrica "La Battifora", Valencia



Complejo deportivo Patraix, en la calle Azagador de las Monjas. Ocupa las instalaciones de la antigua fábrica de hilatura de seda "La Batifora", construida por el cónsul de Génova y catedrático de Derecho Canónico de la Universidad de Valencia, Giovanni Battista Battifora, a 200 metros del pueblo de Patraix, sobre la misma acequia de Favara. A resultas de un pleito, en 1831 la fábrica de hilaturas y torcido de seda fue adquirida por Santiago Dupuy de Lôme, quien llegó a ser alcalde de Barcelona y Gobernador en diferentes provincias. Dio forma definitiva a una magnífica instalación industrial, caracterizada por el diseño secuencial de las ventanas de la fachada, tanto en la planta baja como en el primer piso, con el objetivo de aprovechar al máximo la luz natural a lo largo de la jornada de trabajo. Necesitaba un importante caudal de agua ya que fue pionero en todo el estado español con la introducción, en 1937, de la primera máquina de vapor aplicada a la sedería. Esta innovación en la industria le mereció una medalla de oro y el nombramiento de socio de mérito por la Real Sociedad Económica de Amigos del País. También necesitaba el agua para cocer los capullos de seda en enormes peroles.

En esta fábrica estuvieron empleados alrededor de trescientos operarios, la mayoría mujeres procedentes de Picanya y Paiporta, más unas cincuenta que procedían de Segorbe. Según cuentan, las empleadas de esta fábrica envolvían el pañuelo en que estaban los huevos de los gusanos dentro de otro, que se colocaban en el pecho para darles más calor y acelerar el nacimiento. Parece que estos huevos provenían del Extremo Oriente y eran distribuidos entre los labriegos según la cantidad de moreras que tuviera cada uno.



A partir de 1854 una epidemia del gusano de seda, la pebrina, encarece enormemente la materia prima y provocó cambios drásticos en la sedería valenciana. Los “velluters” (fabricantes de terciopelo) que tanta importancia habían tenido en la Valencia del XVIII, casi desaparecieron y la mayoría de los telares supervivientes se concentraron en fábricas. La morera experimentó una radical disminución, a favor de otros cultivos, como los citrícolas, que iniciaron entonces su expansión por el regadío valenciano. Se mantuvo, sin embargo, y se prolongó ya entrado el siglo XX, un sector industrial de tejidos de seda, reducido pero eficiente, especializado en tejidos suntuarios de alta calidad del que aún subsisten algunas empresas destacadas en la actualidad.


A finales del siglo XX, en el año 1999, el Ayuntamiento de valencia, adquirió la propiedad y puso en marcha un proyecto respetuoso con sus principales piezas arquitectónicas: las puertas de piedra picada, el miramar que antiguamente oteaba sobre la huerta, las vigas de mobila (que se pueden apreciar en la luminosa sala de exposiciones Azorín) y las columnas de fundición que se aprovecharon y se hicieron compatibles con el centro deportivo y cultural.

Fuentes:
Fotografías originales del autor

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