El cementeri dels ajustissiats del Carraixet


Durante siglos, la plaza del Mercado de Valencia fue el lugar elegido por el Justicia para dar muerte a los criminales. La horca estaba instalada en el lugar en el que actualmente hay un pequeño triángulo a modo de separación de calles, con una farola y dos cipreses. El acto de ajusticiamiento estaba formado por un cortejo presidido por el reo, acompañado por los clérigos y los cofrades de Nuestra Señora de los Inocentes y Desamparados. La mayoría de ajusticiamientos era por horca, pero también hubo unas cuantas decenas por decapitamiento, por garrote vil, quemados en la hoguera e incluso, otros, los menos, fueron perdonados. Los nobles no se libraban de la justicia aunque ellos eran decapitados para evitar una muerte dolorosa y, mientras los pobres morían en la plaza del Mercado para que lo viese cuanta más gente mejor, en cambio los ricos eran ajusticiados en otra plaza con menor tránsito de personas. La costumbre era exhibir los restos durante días como ejemplo y escarmiento, costumbre no muy saludable en un lugar tan céntrico de la ciudad y donde se vendía comida.

Así que en el siglo XIV el Consell ordenó trasladar "a una hora de Valencia" los cadáveres y volverlos a colgar allí hasta que se descompusieran. El lugar elegido fue uno de los márgenes del Carraixet, a escasos metros de una de las cruces que aún marca el límite del "cap i casal", en la antigua carretera de Barcelona. En el año 1400 se ordenó construir dos cementerios, uno para los "desamparados" que no tenían dónde caer muertos y otro para los ajusticiados. El primero desapareció en 1935 y sus cadáveres fueron exhumados y trasladados al segundo recinto, frente al que en 1447 se levantó una ermita dedicada a la Mare de Déu dels Desamparats.

Glorieta de acceso al camposanto

Fachada posterior, integrada en el casco urbano

La Cofradía de Nuestra Señora de los Santos Inocentes y Mártires tomó a su cargo la asistencia religiosa de los condenados a la pena capital. El día de la ejecución, los capellanes celebraban una misa al amanecer y junto a los cofrades, acompañaban al reo hasta el lugar del patíbulo. Después el cortejo fúnebre llevaba el cadáver hasta el Carraixet y allí volvía a ser "ahorcados" hasta que el tiempo y las alimañas los hacían casi desaparecer. Eran los vecinos quienes después descolgaban los restos y los enterraban en el cementerio. Así fue hasta 1790, aunque hasta bien entrado el siglo XIX se siguió enterrando a los ajusticiados, pero ya sin la costumbre de dejarlos antes a la intemperie. Hace ya casi dos siglos que nadie es enterrado en este lugar. La Cofradía sigue existiendo, con el nombre de Virgen de los Desamparados del Carraixet y sus miembros se encargan del mantenimiento del jardín del cementerio y de sufragar misas en recuerdo de los que aquí reposan.

El camposanto tiene una pequeña zona ajardinada a la entrada que da paso a otra con las lápidas sin nombres. El citado recinto funerario en la actualidad, según describe en su obra “El Cementerio General de Valencia”, Miguel Ángel Catalá Gorgues, comprende una superficie de unos 326’86 metros cuadrados de planta ligeramente trapezoidal, siendo las dimensiones de sus cuatro tapias, 23,40 metros la de la fachada principal, y de 11,35, 19,50 y 16,90 metros las laterales, correspondiendo las medidas de esta última al lado recayente al barranco; en el centro de dicho recinto figura, desde 1985, una cruz sobre un pequeño montículo. Según refiere el citado autor, este cementerio del Carraixet figuraba inventariado en 1926 como formando parte del patrimonio municipal de bienes inmuebles del Ayuntamiento de Valencia, e inclusive en 1955 se llegaron a efectuar obras de consolidación y adecentamiento del muro de cierre y puerta de entrada, según proyecto del arquitecto municipal D. José Luís Testor, todo ello con motivo de que el Ayuntamiento de Tabernes Blanques proyectó realizar frente a la tapia del cementerio de ajusticiados, una pequeña glorieta donde se colocó el busto de Miguel Abriat, Capitán General de la III Región Militar entre 1943 y 1945, aunque en la actualidad sólo se encuentra la columna que sirve de pedestal. Posiblemente el busto fuera retirado en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. Con posterioridad el Ayuntamiento de Valencia desistió de continuar con el mantenimiento del cementerio y transfirió su propiedad a la Real Cofradía de Nuestra Señora de los Desamparados, inscribiéndose la titularidad de dicho recinto a nombre de la misma en el Registro de la Propiedad en fecha 29 de Abril de 1971, siendo titular a su vez, dicha Cofradía, de la capilla actualmente existente al otro lado de la antigua carretera de Barcelona. Actualmente, tanto el recinto del cementerio de ajusticiados, como la glorieta instalada frente a su fachada se encuentran cerrados al público y las llaves para el acceso a los mismos se encuentran en poder de la Cofradía de la Virgen de los Desamparados de la localidad de Tabernes Blanques.

Ermita de la Mare de Déu del Desamparats, frente al cementerio (a la izquierda)

Columna sobre la que se encontraba el busto de Miguel Abriat

Distinto del de Ajusticiados y con el que no debe de confundirse, es el cementerio de Desamparados, que se situaba frente al mismo con el camino real de Zaragoza y Barcelona de por medio. No queda en la actualidad rastro visible del mismo, debido a que la capilla que actualmente existe en dicho lugar y que fue construida en 1935, en sustitución de la primitiva de 1447, se edificó sobre el terreno que ocupaba el citado camposanto al tener que retranquearse ésta desde su anterior ubicación, al objeto de ensanchar la antigua carretera de Barcelona.

Es difícil saber cuántos muertos hay en este pequeño cementerio y ningún familiar se acerca hasta allí para recordarlos. Pero gracias a la cofradía de Tavernes, nunca les falta una oración ni un ramo de flores que les alegre el día de Difuntos.

Varios fueron los ajusticiados célebres cuyos restos fueron a parar a este lugar, entre ellos el general Elio, capitán general de Valencia y defensor del Absolutismo, que se pronunció contra la Constitución de 1812 y fue ejecutado el 1822. Ocho meses después de la ejecución del general Elio, fue rehabilitado por el nuevo gobierno. Su cadáver fue exhumado del cementerio de los ajusticiados y conducido al convento de San Agustín, donde se le amortajó con el más vistoso de sus uniformes, colocándole en el pecho sus numerosas condecoraciones y envolviéndole en el manto azul de la Orden de Carlos III, su rostro que se hallaba momificado se repinto para darle parecida expresión a la que tuvo en vida. El 3 de Septiembre de 1823 fue conducido solemnemente a la Catedral, donde tras los funerales, su cuerpo quedó depositado en las bóvedas de la sacristía de la capilla de San Sebastián. Siguiendo con su peregrinar ocho años más tarde fue trasladado nuevamente a un suntuoso sepulcro que se le había realizado en la capilla de la Trinidad, de donde volvió a salir un 17 de Abril de 1835, Viernes Santo, destruyéndose el citado sepulcro para evitar que se excitaran las pasiones. El ultimo lugar al que fueron a parar los restos del general Elio, fue la cripta del trascoro de la Catedral, allí lo encontró el periodista José Rico de Estasen en 1935, dentro de un ataúd abierto, colocado en el suelo, junto a la pared de la parte derecha de la cripta.

También está José Romeu, guerrillero saguntino y comandante de los Batallones de Milicia Urbana de Murviedro durante la Guerra de la Independencia y ajusticiado en 1812 al negarse a abrazar la causa francesa y reconocer a José I como rey. Romeu fue ahorcado con 34 años de edad, dejando en el mayor abandono y miseria mujer y 3 hijos. En Valencia existe una calle con su nombre (Héroe Romeu) junto al Mercado de Abastos.

Placa en memoria de Gaietà Ripoll en el Mercado de Russafa

También se dice que descansa aquí Gaietà Ripoll, la última víctima del Santo Oficio en 1826. Fue maestro de escuela en La Punta, entonces perteneciente al pueblo de Russafa. Acusado de no creer en los dogmas católicos, fue condenado a muerte por hereje en Valencia y ahorcado el 31 de julio de 1826. Realmente no fue condenado por el Santo Oficio (porque en 1826 no existía, ya que no había sido restablecido por Fernando VII tras el fin del Trienio Liberal), sino por la Junta de Fe de la diócesis de Valencia, que había sido creada por el arzobispo Simón López para que ejerciera las funciones del extinguido tribunal. Según otras versiones la cuba con el cadáver fue quemada en el antiguo Cremador de la Inquisició, próximo al puente de San José, precisamente donde ahora se encuentra el Centro Comercial Nuevo Centro, en la parte recayente al antiguo cauce del río Turia.

Hay residentes menos ilustres. El 13 de mayo de 1810 Antoni Morant, bandolero, de 28 años, más conocido por su mote de el Coix de Gandia, fue ahorcado y le fue cortada la mano derecha por si en una posterior reencarnación le daba por volver a robar. Junto a él fueron ajusticiados otros delincuentes como el Barrabás de Camuñas, el Tramusseret de Benirredrà y tres hombres más. La Justicia ordenó que otro de sus compañeros de infortunio, el Tramusseret, líder de la banda, fuera descuartizado “en cuartos y cabeza” y sus restos repartidos por distintos emplazamientos, en una condena que tenía mucho de maldición medieval. La historia se encuentra en el libro de administración de los gastos de la Cofradía de la Virgen de los Desamparados, en un documento que recoge las ejecuciones y las bodas que tuvieron lugar ese día. Los gastos que conllevaron estas seis muertes, el dinero que se reunió con las limosnas para enterrarlos en el barranco del Carraixet se halla en un folio firmado por el cofrade. Un texto que consigna que se consiguieron 133 libras, 17 sueldos y 8 dineros en donativos que se repartieron entre el jornal de los sepultureros (18 sueldos y 8 dineros), el del ejecutor de la sentencia (1 libra, 19 sueldos y 20 dineros), los gastos en desayunos (16 sueldos), tierra (4 libras y 12 sueldos), encargar misas…

Placa en memoria de Margarida Borràs, en la plaza del Mercado de Valencia

Posiblemente también acabara en este cementerio la primera persona de la que se tiene constancia de que fuera ejecutada por su condición de transexual. Margarida Borràs fue colgada de forma pública el 28 de julio de 1460 en la plaza del Mercado de Valencia. Llamada originalmente Miquel, hija de un notario mallorquín, frecuentaba los círculos de la alta sociedad valenciana, donde exhibía su feminidad sin pudor. Fue por este motivo por el que fue encarcelada, torturada y posteriormente ajusticiada por el “crim de sodomía”, vistiendo camisa corta y nada más bajo, para que así se vieran “les vergonyes”

Fuentes:
Fotografías originales del autor

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