El chalet de Blasco Ibáñez


Vicente Blasco Ibáñez mandó construir el chalet original en 1902, en la playa de la Malvarrosa de Valencia. En ese momento se trataba de una playa solitaria, con abundante vegetación y alejada del casco urbano, que proporcionó al escritor cierta tranquilidad y sosiego para dedicarse a su actividad literaria. La casa, un bloque cúbico, sencillo, ocupaba una superficie de 450 m² . Destacaba por su magnífica galería de columnas y cariátides, decorada con frescos de estilo pompeyano, presidida por una imponente mesa de mármol de Carrara. Su construcción se encargó al maestro de obras Vicente Bochons Llorente.

Según cuenta Libertad Blasco-Ibáñez, hija del escritor, en la revista Blanco y Negro en octubre de 1977:

“Mi padre compró el terreno en 1901 a la Alcoholera Española, a la cual pertenecía y que lindaba con la finca, por la cantidad de 500 pesetas, cuyo recibo conservo. Hizo construir la casa para resolver el verano de su familia, ya que tenía cuatro hijos pequeños, y el lugar era muy hermoso, muy romántico, rodeado de huerta, palmeras, adelfas, tamarindos y cañaverales. En la parte de atrás estaba la casa de perfumes da don Julio Robillard, que cuando los fabricaba embalsamaban el ambiente; por eso, mi padre Ie puso a la casa «La Malvarrosa», nombre que posteriormente denominó a toda la playa, cuyo verdadero nombre era «Playa de Levante».”

Mesa de mármol en la galería

Cariátide

“La casa tenía tres plantas. En la primera estaba la gran biblioteca y un saloncito para el piano que mi madre, María Blasco del Cacho, tocaba con gran maestría... En la segunda planta estaba la verdadera vivienda con los dormitorios, un saloncito estilo imperio, la cocina y el comedor estilo valenciano con sillas de cuerda, platos de cerámica, chimenea, etc., que daba a la gran galería que se extendía a lo largo de toda la fachada, que era de estilo pompeyano, decorada y dirigida por el gran amigo de mi padre Joaquín Sorolla, ayudado por dos de sus discípulos, Francisco Merenciano y Vicente Santaolaria, que reprodujeron las pinturas de la casa del Veti y del Poeta de las ruinas de Pompeya. En las dos esquinas de la galería estaban dos grandes cariátides hechas por Rafael Rubio, profesor de Bellas Artes de Valencia, que sostenían el techo de la tercera planta. En el centro había, y hay, una gran mesa de mármol blanco de Carrara, de forma rectangular, sostenida por cuatro leones alados, que mi padre hizo traer de Italia. La tercera planta la ocupaba el despacho de mi padre, con grandes ventanales que enfrentaban a su mesa de escribir, y sentado en ella no veía más que el mar, dándole la impresión de ir embarcado. Allí escribió «Sonnica la cortesana», «Entre naranjos», «Cañas y barro», «La catedral» y «El intruso».”

Portadas de las obras de Blasco Ibáñez

“El jardín era muy amplio y los árboles fueron casi todos plantados por la mano de mi padre, entre ellos cuatro árboles llamados del Paraíso... También había palmeras, eucaliptus, una higuera, un laurel, una gran parra que formaba un túnel y las paredes cubiertas de madreselvas. Entre aquel verdor estaban diseminadas las estatuas de: «El esclavo», de Miguel Ángel; las Venus de Médicis y de Arlé, el Apolo y un monumento a Dante, etc. También había una gran alberca o balsa para regar el jardín y donde la chiquillería, formada por mis hermanos y yo, nos bañábamos los días que el mar estaba revuelto.”

“En 1939 tuvimos que exiliarnos. El Tribunal de Responsabilidades Políticas se incautó de todos nuestros bienes, dejando, inexplicablemente, libre «La Malvarrosa». Hasta que un día de 1941 fue a ver a mi yerno Vicente Asensi Genovés, un delegado de Flechas Navales, a pedirle que le alquilara o cediera «La Malvarrosa» para instalar allí la Escuela de dichas Flechas Navales. Mi hijo político le hizo saber que aquella finca era para recreo de la familia y que nunca se había pensado en alquilarla a nadie. A los pocos días, el gobernador de Valencia, señor Planas de Tovar, al cual eI pueblo le puso por mote «Ganas de Estorbar», mandó llamar a mi hijo. En aquella época, todo aquel que no era adicto al régimen franquista sabía que una llamada de esta clase suponía una detención y no había más que resignarse, pues era imposible la huida. Así, pues, temiendo lo peor, se personó en el despacho del gobernador, el cual lo recibió con gran violencia, teniendo encima de la mesa del despacho una cachiporra y un «boxer», y ante el asombro de mi yerno, que era completamente apolítico, le reprochó el que se hubiera opuesto a los grandes designios del glorioso Movimiento y, por tanto, quedaba arrestado en los calabozos. Allí permaneció varias semanas, a donde iba mi hija diariamente a llevarle la comida, sin comprender el porqué de la detención de su marido. Llevaban casados diecisiete días. Uno de ios guardias de la puerta, quizá cumpliendo órdenes o quizá compadecido de su afligida juventud, te dijo confidencialmente a mi hija que, mientras no entregase la llave de «La Malvarrosa», no soltarían a su marido y que pasado un tiempo reglamentario deberían trasladarlo de los calabozos de Gobernación a la cárcel, donde quedaría fichado y sería más difícil el sacarlo. Como es natural, mi hija, al día siguiente, entregó la llave en la secretaría de Gobernación, en donde con rabia la tiró encima de la mesa diciendo que se negaba a firmar ningún documento.”



“Las Flechas Navales instalaron en «La Malvarrosa» su Escuela. En la Prensa se publicó que gracias a las buenas gestiones del señor Gobernador Planas de Tovar se había conseguido una magnífica finca para la Escuela. El jardín, que tantos recuerdos guardaba para mí, fue arrasado y convertido en un campo de fútbol, el opio que Franco dio a su pueblo. Las cariátides de la terraza pompeyana fueron suprimidas, quizá por considerarlas inmorales, así como también las estatuas del jardín. Como es natural, toda la distribución interior de la casa fue modificada. La galería pompeyana quedó cerrada por muros con ventanas y lo que fue la casa de un gran artista se convirtió en un cuartel. Allí estuvieron Flechas Navales sin pagar un céntimo veinte años, desde enero de 1942 hasta el 21 de febrero de 1962, año en que quedó terminada la nueva Escuela en el puerto de Valencia, y a donde se trasladaron, abandonando los restos de «La Malvarrosa» con todos los cristales rotos, los dos pararrayos arrancados, el pozo artesiano destruido y un destrozo general que daba pena verlo.

Cuando, por fin, se fueron los Flechas Navales obligaron a mi hijo a firmar un documento en el que se lavaban las manos de los destrozos producidos en la finca, afirmando que, mientras habían hecho el traslado a la nueva Escuela, habían entrado unos maleantes, destrozándolo todo. Como es natural, mi hijo, antes de exponerse a volver a la cárcel por segunda vez, firmó. La lectura de dicho documento hace reír, por no llorar. ¿Cómo es posible que unos maleantes pudieran en unas horas modificar la estructura de una casa, arrasar un jardín y cegar un pozo artesiano? Fue nuestra otra vez «La Malvarrosa», pero había quedado inhabitable y no podíamos volverla a su primitivo estado, pues para ello se necesitaba un capital de que carecíamos...


Detalles de la fachada

A mediados del año 62, un sacerdote del Patriarca se puso en comunicación con nosotros para rogarnos le dejáramos albergar una familia de gitanos en lo que quedaba de «La Malvarrosa», ya que a los pobres los echaban del solar en que vivían hacía años, para construir una finca. No tuvimos inconveniente de hacer una obra de caridad, pues aquella casa ya no era la de nuestros padres, sino una ruina, y por lo menos que sirviera para acoger a unas pobres gentes. Allí se trasladaron y a los pocos días de llegar nació una churumbela que tuvo que ser lavada con agua del mar.”

Libertad Blasco-Ibáñez Blasco. Blanco y Negro, 19/10/1977, 64-67.

La escuela de Flechas Navales (rama naval de la OJE, compuesta por jóvenes entre 14 y 17 años) estuvo en esta ubicación hasta 1957, debido a los problemas de cimentación del edificio tras la riada, y se trasladó provisionalmente a otra ubicación en Ruzafa.

Los herederos de Blasco Ibáñez, en el exilio, se vieron impotentes para frenar el deterioro de la casa. La mesa de mármol se sostenía en el centro por ladrillos colocados por uno de los gitanos que habitaban la casa, pues de lo contrario amenaza con partirse. La familia la donó al Museo de Cerámica de Valencia, en donde se encuentra el despacho del escritor, pero hasta el momento no ha sido trasladada pero el traslado nunca se llevó a cabo. El visitante que intentaba acceder a esta casa encontraba un gitanillo que pide propina por avisar del peligro de caer por uno de los agujeros abiertos en el suelo del segundo piso. Los desperdicios se amontonaban entre las altas hierbas de lo que fue un espléndido jardín. La ropa tendida de los árboles se secaba al sol, mientras los moradores y sus animales domésticos lo tomaban sobre sillas desvencijadas en el rellano de entrada por el paseo de la playa.

La herencia quedó dividida entre sus tres hijos, Mario, Sigfrido y Libertad. Pero el hermano mayor, Mario cedió posteriormente su parte a los otros dos, que mantenían posturas encontradas en la venta de la casa. Mientras Sigfrido estuvo dispuesto a vender su parte al Ayuntamiento, Libertad se opuso, para proponer una solución intermedia de dividir el terreno, de forma que en la parte de su hermano se levantara el centro cultural deseado. Finalmente, en 1980, lo vendieron al Ayuntamiento de Valencia, al objeto de perpetuar la memoria del escritor. Sin embargo, el estado del edificio era tan ruinoso, que en los años 90 se derribó y se procedió a su reconstrucción siguiendo los planos originales.

En la actualidad el chalet se levanta en el mismo emplazamiento y su aspecto exterior es muy similar al original. En el interior se optó por el diseño de plantas exentas, destinadas a salas de exposiciones y Biblioteca-Centro de Investigación.

Busto de Blasco Ibáñez, obra de Victor Hino

Despacho del escritor

El nuevo edificio, declarado Monumento Histórico Artístico y Bien de interés cultural, fue inaugurado como museo en verano de 1997. En su interior, el espacio se distribuye en tres plantas. La planta baja, dedicada a una exposición panorámica sobre la vida y obra de Vicente Blasco Ibáñez, acoge también la celebración de actos diversos como conferencias, tertulias, recitales poéticos, mesas redondas, etc. La primera planta alberga la colección museográfica permanente con los objetos originales y obras de arte más relevantes de los fondos de la Casa-Museo, que recrean un espacio expositivo dedicado a su memoria. La silla desde la que contemplara el mar, los bocetos de los ex libris para su biblioteca, sus gafas, su tintero, recuerdos de sus viajes, cartas y apuntes personales o la recreación del despacho de trabajo de El Pueblo. En la segunda planta se ubica la Biblioteca y Centro de Investigación, que reúne la documentación más exhaustiva sobre el autor. El jardín alberga las esculturas de Victorino Gómez López (Víctor Hino) y Leonardo Borrás. Los fondos que alberga la Casa-Museo Blasco Ibáñez proceden del “Legado Libertad Blasco-Ibáñez y Fernando Llorca”. A este legado se han unido otras donaciones, como la Biblioteca de José Luis León Roca, la correspondencia de Blasco con Emilio Gascó Contell, la biblioteca de Pedro J. Milla Badenes y obras de artistas como Ramón de Soto, Esteve Edo y José Manaut, entre otros. Destacan también los depósitos realizados por el Museo Nacional de Cerámica “González Martí”, la Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco Ibáñez y la Generalitat Valenciana.

Fuentes:
Fotografías originales del autor

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